Saber hacia dónde nos dirigimos en el curso de la vida es experimentar que tenemos el control sobre nuestras decisiones y sobre nuestras acciones. Y si bien esto podría parecer, en primera instancia, una situación ideal en lo que se refiere a hacernos cargo de la responsabilidad de nuestro bienestar, también lleva implícito un proceso de maduración acerca de cuál es el rol que nos compete en la construcción de nuestro presente y de nuestro futuro. Y asumir la responsabilidad respecto de nosotros mismos es fundamental a la hora de evaluar el juicio que nos merece nuestra propia persona y sin duda es también el reflejo fiel de que hemos recorrido un trayecto muy largo en el análisis de la realidad de nuestra existencia. Un análisis que nos puede haber hecho llegar a la conclusión de que a partir del momento en que nos planteamos un proyecto personal, se impone una determinada estrategia que debemos seguir para que la calidad de vida mejore y se transforme en el sueño que vamos a empezar a construir sobre un escenario acorde con nuestros más sinceros deseos y necesidades.
O sea que tenemos una responsabilidad sobre nuestro destino que es innegable y por otro lado intransferible. Todos estamos involucrados en la concreción de nuestras más legítimas aspiraciones. Esas aspiraciones que muchas veces probablemente postergamos por circunstancias que son ajenas a nuestra voluntad, pero que en definitiva son circunstancias que se interpusieron en el camino y que se convirtieron en escollos difíciles de sortear. Por lo tanto el desafío es grande, pero al mismo tiempo es atrapante, es fascinante, porque elaborar un proyecto de vida implica evaluar cuáles son nuestras capacidades y responsabilidades y esa será la primera estación en la que deberemos detenernos para reconocer cuáles son nuestros valores y decidir a dónde queremos llegar, esto es muy importante.

Elaborar-un-proyecto-de-vida
Cada uno tendrá su propio proyecto y tendrá la íntima convicción de que es posible y de que una vez más debemos hacer un esfuerzo para triunfar sobre la adversidad, la apatía, el desinterés y el aburrimiento que nos ganan muchas veces cuando fracasamos o cuando en realidad las cosas no nos van como nosotros quisiéramos. Y una buena manera de ubicarnos en el escenario correcto, que no es otra cosa que la representación ampliada de nuestra propia vida, es asumir que en gran medida somos responsables de lo que sentimos y de dar satisfacción a nuestros deseos. De la misma manera tenemos que ser responsables de nuestras elecciones, de nuestras decisiones y también de nuestras acciones.
Y cuando comenzamos el camino, parecería que estas afirmaciones son indiscutibles. Sin embargo en la vida cotidiana solemos atribuir a todo tipo de factores externos la responsabilidad de nuestras frustraciones y de nuestros fracasos y nos cuesta muchísimo admitir que, en última instancia, cada uno debe hacerse cargo de la forma en que jerarquiza su tiempo, de la forma en que comunica aquello que quiere decir y de la escala de valores según la cual desarrolla un determinado estilo de vida. ¿Por qué? Porque todo esto también forma parte del ámbito privado de nuestra manera de ser y estar en el mundo.
Si cada uno de nosotros es capaz de construir un proyecto personal sobre ese escenario imaginario al cual nos estamos refiriendo, basado en el respeto por lo que anhela para su existencia, también va a ser competencia nuestra la responsabilidad de diseñar el plan de acción correspondiente, que nos permita dar curso a aquello que fue creado por nuestro pensamiento. Y este punto es relevante, porque nadie tiene por qué asumir la concreción de nuestros deseos y queda claro que si no nos sentimos dispuestos a pelear por obtener aquello que queremos, en realidad podemos tener la máxima cantidad de sueños o de deseos pero que simplemente quedarán en una ilusión. ¿Por qué? Porque no le damos curso, porque no nos hacemos responsables de la acción una vez que hemos tomado la decisión.
Y para que el planteamiento de un proyecto personal se pueda llevar a cabo, necesitamos estar en condiciones de responder a una pregunta que refleje nuestra voluntad de cambio y nuestra fuerza interior, en primer lugar para dejar de ser meros espectadores y convertirnos en los agentes activos de aquello que nos sucede y preguntarnos: “¿qué estamos dispuestos a hacer para concretar aquello que queremos?” Si el proyecto es nuestro, si es la consecuencia del respeto profundo por nuestros deseos y necesidades actuales, si queremos de una vez por todas cambiar las coordenadas de nuestra vida, entonces tenemos que comprender que cada ser humano es su propia fuente de luz.
Esas elecciones y esas decisiones son personales e intransferibles y tenemos que llevarlas adelante sintiendo en lo más profundo de nuestro ser que somos y vamos a ser siempre los únicos agentes causales de nuestros éxitos y también de nuestros fracasos. Puede haber factores que se agregan por supuesto, no todo es responsabilidad de cada uno de nosotros. Como no vivimos solos, tenemos una interacción con los demás seres humanos, porque entre todos componemos un conglomerado social y puede pasar que a veces la posibilidad de concretar exitosamente el proyecto, sufra interferencias, pero hacernos cargo de llevar a buen puerto ese esfuerzo que realizamos día a día, nos va a llenar de fuerza, porque poco a poco vamos comprendiendo que el bienestar y la felicidad dependen del nivel de responsabilidad con que actuemos en el momento de cumplir con los objetivos que nos hemos propuesto.

Dr. Walter Dresel

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Elaborar un proyecto de vida: un desafío